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Una adolescente de 200 años

Se trata de la alumna Argentina, República. El género es un detalle menor, parece, porque tiene rasgos comunes a todos los adolescentes sin distinción de géneros, pero los padres le pusieron República por nombre, así que le debemos el tratamiento como tal. En el 2010 cumple 200 años, pero no se le notan.

Como todo adolescente, se cree indestructible y actua en conformidad. Se expone innecesariamente y pone en riesgo aun su propia integridad física y mental. Sabe exactamente que es lo que hay que hacer, pero como no sabe que es lo que quiere, no puede.

Por eso, aún sabiendo qué está bien y qué está mal, necesita saberse observada. En cuanto nota que no la miran, hace lo que sus impulsos le dictan. Después llora, claro. O se ríe. Depende.

Sabe gritar, protestar, enfadarse y pedir, las más de las veces con argumentos tan sólidos como equivocados.

Se arregla o disfraza con igual facilidad, dependiendo del día o del clima. No le importa el que dirán, porque se sabe muy linda o muy fea, dependiendo también del día o del clima.

Suele buscar compañía entre pares con gustos e intereses afines, pero cuando se reunen se sienta en el rincón a observar a ver que pasa, con ese look tan despreocupado e informal. Siempre sin saber para qué. O tal vez si lo sabe: para pertenecer. Ah, que sensación esa, la de pertenecer.

En el colegio sólo le importa pasar de año y ser aceptada. Hay profes con buena onda y otros que no, pero ¿a quién le importa, si me aprueba? Sabe que no sabe pero por ahora, eso no importa. La vida pasa por otro lado.

Así es esta alumna. Pero, como decíamos antes, tiene rasgos comunes a todos los adolescentes sin distinción de géneros. Tal vez los adultos se den cuenta, alguna vez, de que ella es así porque sólo le falta crecer.

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