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Facebook y el odio sin máscaras

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Tal vez sea injusto centrar la cuestión planteada en el título únicamente en la red social Facebook, ya que podría afirmarse que todas y cada una de las redes sociales intermediadas por lo digital sufren en mayor o menor medida de los males que acarrea -y que no les son propios, debemos aclarar- la comunicación en el mundo virtual: odio, soberbia, ignorancia, ideas extraviadas y otras desgracias de la conducta humana surcan cada minuto las redes y es muy difícil -tal vez imposible-, relegarlas a un plano en que no nos afecten.

Evitar contactos indeseados o eliminar aquellos que ejercen violencia verbal o discriminación -que para el caso sería lo mismo-, podría ser la solución. Pero de todos modos estarán allí, imparables, imperturbables, listos para dar el zarpazo de su comentario hiriente, cargado de desprecio.

Más allá del  troleo [2] o el spam [3], acciones que difieren en su nivel de violencia pero no en el de intromisión, las redes sociales parecen ser el campo propicio para que seres frustrados, amargados y resentidos den rienda suelta a su verborragia violenta, no importa qué, quién, cómo y cuándo: allí estarán para contradecir, desprestigiar o insultar. Si es cierto que “eres lo que publicas en Twitter”, como afirma el creador de Million Dollar Homepage, Alex Tew,  entonces las redes sociales no son más que un espejo deformado por la percepción que tenemos de nosotros mismos y de nuestra relación con los demás. 

Tomemos por caso la siguiente situación, real, en Facebook: alguien da por cierta y reproduce una noticia con un titular absurdo sobre un personaje famoso, de gran prestigio pero no exento de actitudes polémicas. Por si no fuera suficiente el tenor del título para notarlo, con solo ingresar al sitio original se entiende que se trata de una broma cargada de ironía. Sin embargo ese alguien la publica como cierta,  con un comentario muy negativo además. Y se suceden entonces una catarata de comentarios desagradables, ofensivos, despreciativos, sin que nadie ponga coto a la cuestión. Algún comentarista se anima a aclarar que es un chiste, pero parece no importar: el resto sigue igual, criticando. ¿Qué grado de locura nos afecta, como para descargar tanto odio en un comentario y además, sobre una noticia que es un fake [4]?

Escriba usted, lector, una entrada o comentario con cierta ironía o humor, y de inmediato aparecerá un fundamentalista de la literalidad para caerle duramente con una crítica o cuestionamiento brutal.

Para el sociólogo Manuel Castells [5], «Internet permite la creación en red, más allá de una suma de individualidades». Seguramente será así cuando aquel espejo del que hablábamos sea no sólo claro, sino además uno en el que se refleje también el otro.

Si creatividad es la consigna, las redes serán, bien usadas, el modo de compartir aquello que logramos juntos.


En la foto, uno de los trabajos presentados por alumnos de Bellas Artes en la muestra de Proyecto I: un espejo con figuras dibujadas y la frase «Todos somos los otros».
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