Saltar al contenido

cultura

Sobre la tecnología, lo que se puede y lo que se debe

«A J.F. Kennedy le preguntaron una vez de dónde venía esa obsesión por ir a la luna. En el fondo la pregunta tenía mucho sentido: ¿Qué problema humano, social o civilizatorio se pretendía resolver afrontando tal colosal epopeya? La respuesta del famoso presidente nos ha definido desde entonces: “Si alguien pregunta por qué queremos ir a la luna, la respuesta es sencilla: porque podemos. No hace falta ninguna otra respuesta”. Puestas así las cosas, a mí se me ocurren muchas formas de resolver por la vía directa algunos de nuestros problemas. No se quejen cuando surjan seres humanos que quieran jugar a ser dioses con sus semejantes.

El reverso del lado bueno del progreso técnico ha sido siempre una constante a lo largo de la Historia de la humanidad. No ha sido casualidad que buena parte de los avances tecnológicos hayan sido utilizados por primera vez en el campo militar: desde la pólvora, hasta la energía nuclear; desde la aviación, hasta las herramientas más sofisticadas. Digamos que siempre que el ser humano tiene que debatirse entre usar el palo que ha inventado bien para arar o bien para destrozar el cráneo a sus semejantes, suele optar por hacer ambas cosas, empezando por la segunda.

Por eso deberíamos ser más comedidos y prudentes ante estas nuevas promesas, y razonar en torno a sus implicaciones éticas, preguntarnos por los posibles elementos conflictivos. No porque tengamos una conciencia ludita, por así decirlo, sino porque ya conocemos de qué han sido capaces en otros tiempos nuestros congéneres. No seguir al dictado el axioma de Kennedy. A veces hacer algo, simplemente porque se puede hacer, suele tener consecuencias devastadoras.»

Agustín Baeza, director de Asuntos Públicos de la Asociación Española de Startups, en el artículo titulado «ChatGPT, el último jinete del apocalipsis», sobre la aparición del mencionado chatbot de inteligencia artificial.

El origen del número cero

En antiguas civilizaciones como las del Antiguo Egipto, Babilonia, la Antigua Grecia y la civilización maya se han encontrado documentos matemáticos o astronómicos en los que aparecen símbolos indicativos del valor cero. Pero, ¿conocemos la historia de cuál es y cómo se llegó al verdadero beneficio de este descubrimiento, cosa que no supieron obtener aquellas civilizaciones?

En el siguiente video vamos a indagar un poco en estas cuestiones. Se trata del abordaje del tema en una emisión de «Todo tiene un porqué», un programa educativo, científico y cultural que se emitió por la TV Pública de Argentina, cuyo objetivo era el de «educar y entretener motivando permanentemente la curiosidad y el deseo de saber». Con el fin de darle además rigurosidad a los temas abordados, convocaban a especialistas y profesionales idóneos en cada área del tópico tratado. En este caso, el tema convocante es el origen del número cero.

Compartimos aquí la emisión dedicada al tema, con la participación de destacados especialistas en Matemáticas y Física.

Imagen: Guilhem Vellut from Annecy, France – 0 @ Quai de chargement de la Jonction @ Route des Péniches @ Genève, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=104812369

No, un vaso con líquido extrañamente quieto en la Estación Espacial no explica una conspiración

Una de las cientos de fotografías publicadas en la red aludiendo a una posible conspiración en la Estación Espacial China.

Circula en redes sociales un video de la Estación Espacial China en el que se aprecia a unos astronautas saludando hacia la cámara. En la parte derecha de la toma, permanece quieto un vaso con agua sobre una mesa, pese a que la gravedad allí es menor. Esto ha sido usado por varios grupos conspiracionistas para afirmar que esta sería una prueba de que los viajes al espacio son falsos.

La Estación Espacial China, también llamada Tiangong 3, es un módulo para investigación en el espacio que orbita la tierra a 400 kilómetros de su superficie aproximadamente. Desde hace algunos años, los astronautas suelen dictar clases para algunas escuelas de su país a través de videollamada, en las que realizan experimentos y responden algunas preguntas de los estudiantes.

El 9 de diciembre de 2021, los tripulantes Wang Yaping, Zhai Zhigang y Ye Guangfu dieron una clase en la que hablaron sobre sus actividades diarias y explicaron una cantidad de conceptos. La transmisión de CGTN, el canal de noticias del Gobierno chino en idioma inglés, duró aproximadamente dos horas.

Un segmento de esta clase es el que se convirtió en la supuesta evidencia. Sin embargo, solo se trata de que el vaso está pegado a la superficie con velcro, y el agua se queda allí por un fenómeno conocido como tensión superficial.

De hecho, los astronautas están justamente mostrando este fenómeno en esa porción del video. Uno de ellos sumerge una pelota de ping-pong en el vaso con agua. Cuando lo hace, esta permanece inmóvil en el fondo. Los alumnos en China hacen lo mismo, pero en su caso la bola flota y no puede estar sumergida mucho tiempo. La explicación: la fuerza de flotación en el espacio desaparecer por la falta de gravedad. En ausencia de esta, no hay flotabilidad. Por eso la bola no asciende.

Luego, el astronauta despega el vaso de la mesa para poder hacer otros experimentos con agua. El recipiente da unos giros y el líquido siempre se mantiene en su lugar. Este fenómeno se explica debido a las propiedades físicas de este líquido y a la falta de gravedad.

En el video a continuación se muestra parte de la experiencia:

Fuente: Verificador de La República

Tecnología centralizada

Está a punto de ocurrir: la energía limpia, la máquina que reduce el efecto invernadero, la vacuna contra el envejecimiento, la inteligencia artificial general. Al mismo tiempo, es el fin de la abundancia, de la democracia y de la despreocupación. Un buen día, despertaremos y ya no habrá que dejar de fumar, de comer grasas saturadas o de poner el aire acondicionado por encima de 24ºC. O quizá no habrá agua, derechos civiles o calefacción. Parecen relatos antagónicos pero perfectamente compatibles. Para que Jeff Bezos suba al espacio, un millón y medio de trabajadores de Amazon tienen que malvivir. Para que Mark Zuckerberg encienda su metaverso, millones de europeos pondrán la lavadora de noche una vez por semana. No podemos renunciar al progreso, pero podemos dejar de hornear.

“No hay otra alternativa”, fue el lema de Margaret Thatcher para imponer la desregulación, la era del ultraliberalismo económico y el imperio de los combustibles fósiles. “No hay otra alternativa”, nos repiten en Davos, en las últimas cumbres climáticas y en la televisión. Un milagro tecnológico salvará el mundo en el último minuto porque ya no queda tiempo y porque somos demasiado vagos, estúpidos o egoístas para hacer otra cosa. O demasiado insignificantes. Cualquier cosa que hagamos será pequeña y ridícula en comparación.

“La mentira que alimenta la utopía del tecnocapitalismo es que sólo existe una manera de hacer big data, inteligencia artificial o computación en nube”, decía Evgeny Morozov en un ensayo reciente, “y es la manera que ha descubierto y perfeccionado Silicon Valley”. Esa mentira no sólo miente, sino que está devorando el resto de alternativas, secuestrando sus recursos y ninguneando su potencial. El fin de la abundancia podría ser el principio del fin de la democracia o el principio de una nueva era de responsabilidad radical. Pero despreciamos la acción colectiva, en incremento y local capaz de generar soberanía desde las instituciones de los barrios porque nos parecen pequeñas y tontas. Es más inteligente esperar que la máquina de explotación de datos, vigilancia masiva y desinformación se transforme en un arca donde cabremos todos en lugar de profundizar la injusticia y triplicar la desigualdad.

Toda tecnología lo suficientemente centralizada es susceptible de convertirse en un arma de destrucción, explotación o colonización masiva. Somos niños esperando que los adultos cojan el volante y resuelvan la situación, pero los adultos son Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Bill Gates y Elon Musk y no vienen a salvarnos.

Para que su futuro exista, el nuestro tiene que desaparecer.

Marta Peirano, escritora y periodista española, en «No vienen a salvarnos»

Seguridad informática: aprendiendo a minimizar los riesgos

«Creemos que toda nuestra información se encuentra protegida y almacenada pero no es así. El papel de la educación y de los medios masivos de comunicación resulta imprescindible en la capacitación y minimización de riesgos.»

Así comienza el extenso y muy completo artículo de la periodista Mariana Mei para la Revista y Agencia Comunas, titulado «Inconsciente colectivo sobre seguridad informática», en el que se tratan cuestiones como el cuidado con que una persona debería desarrollar sus actividades en el ámbito informático, a fin de construir una ciudadanía digital en modo seguro. La atención, el cuidado y el resguardo de la información sensible por parte del propio usuario son fundamentales para evitar situaciones indeseadas en el ámbito digital.

Con opiniones y consejos de varios especialistas en los distintos aspectos del tema, el artículo va desgranando una serie de consejos y advertencias sobre los riesgos y las diversas formas de lograr una experiencia virtual segura.

Agradeciendo desde ya a la periodista por haber considerado mis aportes al tema, comparto aquí el artículo, que se puede leer completo haciendo clic en este link. Para bajarlo en formato pdf, clic aquí.

- Ir arriba -