No me caben dudas de que el argentino promedio sabe poco de vacacionar. Suele empacar junto con la malla y el bronceador la locura de todo el año y así, sin solución de continuidad, se aliena en el lugar de destino -que suele ser, obviamente, Mar del Plata, Carlos Paz y, si es estudiante, Bariloche. Desde apiñarse en playas colmadas hasta hacer cola para comer, se empeña en todo aquello que, según parece, le facilita sostener el nivel de despelote suficiente como para no extrañar. En fin.
Pero hay muchas, muchísimas otras opciones. No las voy a detallar aquí, sino simplemente contar mi experiencia de la semana que pasó en la localidad de Merlo -y alrededores- en la provincia de San Luis.
La vicedirectora de una de las escuelas en la que doy clases, me invitó a acompañar en su viaje de estudios a los alumnos de 7mo. grado, curso del que soy docente de Tecnología. Y así partimos junto con Silvana, la maestra de grado y Julieta, la coordinadora de la empresa con la que se contrató el servicio.
Confieso que a pesar de haber viajado bastante, San Luis era un enigma para mi. Pero este viaje se convirtió en una experiencia fenomenal para todos, en la que descubrimos lugares, paisajes y personas maravillosas.
Si me preguntan, diría que a pesar de la responsabilidad que implica el viaje con los chicos y de todas las actividades que llevamos a cabo, estas cuestiones quedaron muy por detrás de la satisfacción de una experiencia única. Agregaría que, si estas no fueron vacaciones, estuvieron muy cerca, porque volví renovado. Muerto de cansancio, sí. Pero feliz.
Aquí les dejo algunas fotos, pero atención: no reflejan ni cerca la maravilla de ver tanta belleza con los propios sentidos -ya no sólo los ojos, porque no alcanzan.
Con los chicos previamente abrimos un blog para compartir la experiencia en forma de crónica. Por limitaciones en el acceso a internet en la zona, hicimos la previa en Rosario y completaremos el blog en la semana con las notas que fuimos escribiendo día a día, pero ya se puede visitar haciendo clic aquí.
También publico un video, que si bien es de baja resolución -tomado con el celu-, sirve como muestra de un sitio para el asombro: el llamado «Chorro de San Ignacio». Que lo disfruten:
Gracias, San Luis. Ya volveremos alguna vez. ¡Ojalá sea pronto!